Introducción.
Capítulo 2. La doble tarea de la elaboración de la pregunta por el ser.
§7. El método fenomenológico de la investigación.

    El trayecto iniciado por Heidegger supone una renuncia explícita a los métodos comunes a la ontología tradicional. En rigor, aunque utilice el término "ontología" para referir la investigación acerca del ser del ente "y explicar el ser mismo", su utilización incluye un sentido polémico, una diatriba contra el modo en que la investigación tradicional acerca del ser se ocupó de ocultar y deformar aquello que anunciaba. En consecuencia, ante la incapacidad de la ontología, tal y como fue constituida y asegurada por el pensamiento filosófico, para alcanzar a situarse en la pregunta sobre el ser y su sentido, Heidegger reivindica la legitimidad de una nueva aproximación, ya no "ontológica" (en su sentido común y tradicional), sino "fenomenológica". En la presente coyuntura, pues, encontramos que la reivindicación de una pregunta auténtica por el ser sólo puede venir de la mano de una consideración de los fenómenos, o, lo que es lo mismo: que el ser ha de buscarse allí donde la tradición se había comunmente negado a encontrarlo. La pregunta por el ser sólo es seriamente pronunciable desde la ruptura con la problemática distinción que deformaba desde sus supuestos la misma pregunta, la distinción entre ser y apariencia tal y como fue categorizada, de modo metafísico. 

    La fenomenología no es una "escuela" o una "corriente filosófica", sino un "método de investigación"; no caracteriza el "qué" de los objetos considerados, sino el "cómo" de su consideración. Esta consideración filosófica del ser de los entes, que alcanza al sentido mismo del ser, se reúne entera, de acuerdo con Heidegger, en la célebre máxima husserliana de "¡A las cosas mismas!"; no obstante, en tanto una máxima así formulada puede confundirse con lo obvio, será indispensable introducirse en su aclaración, hallar en la estructura de su enunciado el modo en que esa investigación es propuesta y toma consistencia; será necesario exponer qué quiere decir propiamente "fenomenología" aclarando el enlace que la conforma, el que vincula "fenómeno" y "logos". 

    En esta breve presentación de la necesidad de aclarar qué es la fenomenología se advierten, de principio, dos cosas: 1- la aceptación del punto de partida de Husserl como inicio o posibilidad de una nueva orientación filosófica. 2- La refutación de Husserl, la acusación hecha al maestro y mentor de haber descuidado el principio fundador, que ha de ser reactivado a través de un nuevo impulso. Este impulso, previsiblemente el nacido en esta obra que Heidegger escribe, se presenta, entonces, como una fenomenología que rebasa aquello a lo que la fenomenología había alcanzado como "escuela filosófica", es decir: cumple por fin la promesa encerrada en la máxima de Husserl, sólo anunciada por éste, pero carente hasta el momento, en el círculo de las investigaciones propiamente husserlianas, de real cumplimiento. "Ser y tiempo", en suma, se presenta en estas líneas como una fenomenología que realiza lo prometido por Husserl, pero nunca resueltamente llevado adelante por él o por sus discípulos. "Ser y tiempo", la filosofía de Heidegger, se expone, entonces, como una fenomenología que se separa de la fenomenología establecida como "un punto de vista" o una "corriente filosófica"; es una fenomenología que viene a destruir la fenomenología sentada como escuela. Una fenomenología que, a diferencia de la existente hasta el momento, se comprende a sí misma.

    A. El concepto de fenómeno

    Φαίνόμενον deriva del verbo Φαίνεσθαι, que significa "mostrarse"; "fenómeno" es, entonces, lo que se muestra, o, en otra variación, lo que yace a la luz del día. Esto es lo mismo que aquello que los griegos denominaron  τα οντα,"los entes". Cuando el ente se muestra en y desde sí mismo, encontramos la significación originaria del aparecer, y de ella, a su vez, deriva una significación segunda, que refiere al fenómeno como "apariencia", es decir, a aquellos casos en los que "el ente se muestra como lo que no es él mismo". En efecto, "sólo en la medida en que algo, conforme a su sentido mismo, pretende mostrarse, es decir, ser fenómeno, puede mostrarse como algo que él no es, puede 'tan sólo parecer'".
    Por lo tanto, Heidegger invita a contemplar la originariedad del mostrarse de los entes, señalando que la profusión de apariencias, que tradicionalmente llevó a desechar el aparecer como simulacro, como doble, no es comprensible si el mostrarse verdaderamente no fuera condición intrínseca a todo aparecer engañoso. La apariencia misma, en su carácter encubridor, no nos sirve, entonces, para desechar la dimensión del aparecer de lo real, sino, precisamente, para intensificar la fidelidad al aparecer mismo. Desde una orientación diferenciada, nos encontramos de nuevo con la advertencia de Hegel: es esencial a la esencia el aparecer. 

    Pero el filósofo quiere, sin duda, ir más allá de las fronteras del idealismo alemán.  "Fenómeno" no corresponde, de acuerdo con Heidegger, al concepto de "fenómeno" o "manifestación" (Erscheinung) acuñado en esa tradición. Siguiendo la argumentación de Heidegger, el "fenómeno" del idealismo todavía debe su consistencia a una ruptura entre el aparecer y la "cosa misma", y es incapaz de resolverse en una cumplida reconciliación entre el aparecer y lo que aparece; existe en el idealismo, parece decirnos Heidegger, una resistencia a asumir lo que se muestra como "la cosa misma", y en su análisis evoca cómo Kant desarrolla la noción de "fenómeno" o "manifestación" en contraposición a la de "cosa en sí": "lo anunciante, así producido, se muestra en sí mismo, pero lo hace de tal manera que, como irradiación de lo que él anuncia, deja a este último constantemente velado". Podríamos aventurar que la constante remisión entre el aparecer y lo que aparece, desarrollada de formas diversas en el idealismo alemán -desde la fractura kantiana entre "fenómeno" y "cosa en sí" a la integración hegeliana de ambos momentos en un sólo movimiento de despliegue- supone para Heidegger una retención de los supuestos ontológicos tradicionales, una incapacidad de saltar sobre ellos que, finalmente, condena a la distinción y fijación de los planos de la esencia y la apariencia, aunque sea en formas sutiles y complejas. Conviene indicar, sin embargo, que en este breve excurso sobre el idealismo alemán, el filósofo sólo se refiere a Kant, guardando silencio sobre el seguramente más problemático caso de Hegel. 

    ¿Qué es, pues, el fenómeno?:

  "Fenómeno -el mostrarse-en-sí-mismo- es una forma eminente de la comparecencia de algo"

    B. El concepto de logos 

    La acepción nuclear del logos se halla, según defiende Heidegger, en una significación fundamental: "decir". El carácter de todo lo proveniente de este significado originario está marcado, por lo tanto, por este punto de partida inequívoco; sólo a partir del "decir" cabe establecer el contenido y rasgos determinantes del racimo de significaciones en los que el "logos" se articula: razón, juicio, concepto, definición, fundamento, relación.

    "logos significa (...) hacer patente aquello de lo que se habla al decir (...) hacer ver algo, vale decir, aquello de lo que se habla (...) sacar de su ocultamiento el ente del que se habla, y hacerlo ver como desoculto, es decir , descubrirlo".
    Desde esta posición, el logos se enlaza al acto mismo de la verdad (aletheia) en tanto esa verdad ha de ser visible o puede efectivamente surgir desde lo no visible; al contrario, la falsedad sólo puede entenderse como encubrir, ocultar, "poner una cosa delante de otra, y de este modo hacerla pasar por algo que ella no es".

    C. El concepto preliminar de fenomenología

    La composición de logos y phainomenon en el concepto de "fenomenología" anuda las condiciones de un aparecer completo; éstas se reúnen, entonces, en el mostrarse del ente, por un lado, y en el dar visibilidad a lo que se muestra, por otro; atender en sí mismo a aquello que se muestra, y hacerlo ver tal y como se muestra desde sí mismo. El entrelazamiento de dos niveles de la mostración -el mostrarse del ente, el hacer visible la mostración del ente- nos revela el pliegue en el que se aloja la complejidad de la fenomenología, tal y como Heidegger la entiende: el fenómeno nombra algo que regularmente permanece oculto y necesita un acto explícito de desocultación, "pero que al mismo tiempo pertenece esencialmente a lo que inmediata y regularmente se muestra, hasta el punto de constituir su sentido y fundamento".

     Tal y como lo entiendo, la centralidad del logos es, aquí, determinante, ya que, sin su concurso, lo que aparece está condenado a no aparecer, lo que se muestra destinado a permanecer oculto. La palabra consiste en la violencia -en la que todo pensar, en general, se resuelve- que abre un espacio en el que el aparecer de las cosas se ve libre de los encubrimientos que retenían su posibilidad de llegar a la luz, su aspiración a hacerse patente. En esta dirección, la palabra es por sí misma ajena a la continuidad densa y sin vacío de la naturaleza, y, por ello, el aparecer de los entes "desde sí mismos" no cabe ser concebido como la permanencia en lo inmediato, lo previo a todo pensamiento: sin logos no hay posibilidad de fenómeno, y de ahí la necesidad de la fenomenología. Fenomenología: el esfuerzo por permitir aparecer el fenómeno que se mantiene oculto. El carácter crucial del logos obliga a un giro definitivo, una torsión en la esencia misma del filosofar, un brusco cambio de dirección que inicia una senda nueva y arriesgada, no exenta de amenazas y posibilidades de desviación sin retorno, como sabrá el filosofar del siglo XX a partir de este momento. Si el logos-pensamiento es violencia que inaugura un espacio libre de encubrimiento, si es conmoción que extrae de lo inmediato, no puede ser otra cosa que interpretación (Auslegung). Ensanchar el espacio en el que pueda aparecer el ser del ente consiste en retirar lo que ya está ahí, encubriendo lo que aspira a aparecer; la descripción fenomenológica, para desmontar el sofocamiento del ser bajo la densidad de lo presente, ha de apartarse de la ilusión de una objetividad que, necesariamente se para en lo que está ahí. Como más adelante (parágrafo 16) aclarará Heidegger, interpretar consiste en restablecer las remisiones que insertan al ente en un mundo, ya que "el ser-en-sí del ente intramundano sólo es captable ontológicamente sobre la base del fenómeno del mundo". Interpretar es restaurar el mundo del que lo presente se presenta desligado. En esta restauración aparece el ser de los entes. La interpretación hace posible la puesta al descubierto del ser, ya que ésta requiere "una adecuada presentación del ente mismo".

    Heidegger, en su acotamiento de lo que cabe entender como "fenómeno", alcanza el punto fundamental de su itinerario: si el fenómeno es aquello que regularmente recae en el encubrimiento no puede ser entendido como el ente que está ahí, el ente que se hace presente de forma inmediata, sino como aquello que esa presencia encubre, es decir: el ser del ente. La interpretación, entendida como método fenomenológico de descripción, posibilita la adecuada presentación del ente que descubre su ser. Esto quiere decir que la crítica dirigida a la ontología tradicional ha de adquirir un sesgo nuevo en relación con la aclaración de la fenomenología, y es el descubrimiento de su impotencia ante la tarea que se propuso. La verdad de la ontología sólo puede ser hallada como fenomenología, o, como afirma Heidegger, "la ontología sólo es posible como fenomenología".  "(...) fenómeno, en sentido fenomenológico, mienta siempre y solamente el ser, y ser es siempre ser del ente". 

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