En este apartado Heidegger esboza los caracteres del Dasein que ya había expuesto en la introducción. Tales son: Heidegger esboza dos caracteres del dasein: «la preeminencia de la existencia sobre la esencia” y “el ser, en cada caso, mío».
a). Que la esencia del Dasein consiste en su existencia quiere decir que el Dasein es un ente cuya esencia consiste en tener–que–ser. El modo en que se da sus existencia es teniendo–que–ser en cada caso, poniendo en funcionamiento un determinado «que», realizando un proyecto concreto: «el hombre existe poniendo siempre en juego su ser, estando siempre envuelto en la faena de tener que ser»[1]. Por consiguiente los caracteres destacables de este ente no son “propiedades”, sino maneras de ser posibles para él, modos posibles de ser en cada caso. Por eso, señala Heidegger que el carácter existencial del Dasein consiste en tener una relación especial con el Ser, a saber, el de estar abierto al ser: «todo ser tal de este ente es primariamente ser. De donde que el termino ser ahí con que designamos este ente, no exprese su “qué es”, como mesa, casa, árbol, sino el ser». Por eso los términos Dasein y Existencia apuntan a cosas diferentes y no deben ser confundidos. La idea de “existencia” no se refiere a algo que sin más está ahí, algo disponible, sino más bien que se refiere a la situación de estar referido o lanzado a un ahí concreto, a la situación de “tener que ser” algo, estar emplazado a “elegir” una posibilidad entre muchas. A esto le llamaría Lacan con el concepto de identificación que está en la base del hecho existencial de la identidad. Podríamos decir que el ser humano es el único ser que tiene que elegir identificarse con un ahí para construir una identidad.
b). ¿Qué quiere decir Heidegger con «el ser, en cada caso, mío»? Puesto que este ser que es el Dasein es cada vez su posibilidad, y estas posibilidades no se dan como propiedades que están ahí, este ser puede escogerse o perderse en estas posibilidades. No se trata de que el Dasein despliega desde sí unos modos que inicialmente están en potencia en su ser, a modo de esencia, sino que debe elegir ocupar un lugar en el que hacerse real, un lugar previamente dado. Aquí se comprende esto mejor si lo comparamos con los animales: éstos están completamente sumergidos en su ahí, no hay elección posible para ellos. En cambio el hombre parece disponer de un grado cero lógico, de una situación existente previa a toda elección que le hace aparecer como ser-ahí, como si previamente a ser algo debiera ser primero una nada Real, una pura negatividad y sólo desde ahí tener la posibilidad de elegirse[2].
Pero esta posibilidad no es una posibilidad abstracta o lógica que se contempla y se elige o no, sino que es «algo que me afecta, que me mueve a realizarlo, que tengo o puedo hacer mío; en una palabra, como algo de lo que me apropio».[3] Heidegger está introduciendo una nueva complejidad en el concepto de existencia, pues no se trata sólo de que el Dasein esté obligado a elegir una posibilidad entre muchas, sino que también importa la forma en que esa posibilidad es elegida y asumida. Con esta elección el hombre puede elegirse y ganarse, o no elegirse y perderse. De este modo Heidegger añade a la existencia los conceptos de propiedad o impropiedad[4], existencia auténtica e inauténtica. No se trata de que haya unas posibilidades mejores y otras peores, como si determinadas identificaciones fueran más originarias, se trata de, partiendo del hecho de que todas las posibilidades se asumen a partir de una elección, de que puesto que uno se identifica y hace suya determinada identificación a través de un proceso electivo, también hay una elección en el hecho mismo de asumir eso que elijo. Puedo elegir una posibilidad, identificarme, de manera, por así decirlo, inercial, automática, recubriendo mi elección bajo la apariencia de que no hay tal, como si uno simplemente se despliega como lo que ya es. O puedo hacer dicha elección asumiéndola como lo que es, una posibilidad no necesaria de la que me apropio, conservando así toda la fuerza de la elección. Se trata de una elección paradójica por cuanto no se da el hecho de que primero soy un sujeto, y desde la conciencia de mí mismo elijo dónde colocarme. Ocurre más bien que lo que yo soy es el fruto de la elección. La diferencia entre la elección propia y la elección impropia es que la primera se asume como elección y la segunda no. Por eso podríamos decir que uno se elige a sí mismo, en el primer caso, y añadir que se pierde en sí mismo, en el segundo.
Pero, en principio, no hay que entender la impropiedad como un grado de ser inferior: «la impropiedad puede, antes bien, determinar al “ser ahí” en su plena concreción (en lo que tiene de más concreto), en su manera de ocuparse, excitarse, interesarse, ser capaz de gozar (en sus actividades, motivaciones, intereses y goces)».[5] El resultado de ambos casos, lo propio y lo impropio, apunta a un mismo punto, aunque con matices: ambas identidades poseen un mismo contenido pero asumido de un modo distinto. El ser impropio navega en sí mismo con unos límites bien definidos que determinan todo su ser, sus actividades y modo de gozar, una «especie de actuar por delegación aceptando sin asumir propiamente lo que proviene de los otros»[6]. Y esto mismo hace el ser “propio”, pero con un añadido pienso yo: conserva la potencialidad de la negatividad. Al elegirse como un sí mismo pero inscrito con la marca de la temporalidad, la elección es más frágil, pero a la vez conserva una potencialidad que no posee el ser impropio, la de estar abierto a nuevas elecciones. Este es el elemento que Heidegger añade hábilmente a la estructura de la existencia: si esta conlleva la posibilidad de asumir como propia una determinada identidad, un modo de ser, entonces es necesario pensar, aunque sea de modo lógico–ontológico, y no como una experiencia concreta acaecida en un momento del tiempo, que la existencia es un poder–ser, o que la existencia se establece como un fino hilo que conecta lo negativo y lo positivo, el ser y la nada. Es asumir esto lo que equivale al ser propio.
El análisis del Dasein a partir de la «cotidianidad media».
El análisis del Dasein debe partir de lo que Heidegger llama la «cotidianidad media» y que no es otra cosa que la determinación del ente que, en cada caso, es el Dasein en la posibilidad en la que se da. Con esto Heidegger nos quiere decir que no se debe tratar de partir de una concepción previa de la existencia, sino ir a la existencia cotidiana en que el Dasein se da. ¿Esto qué quiere decir? Heidegger está aquí apuntando a un análisis fenomenológico cuando señala que partir de la contidianidad consiste en tomar la existencia en «su indiferente inmediatez y regularidad»[7]. Se trata de no primar un modo de ser frente a otro, una identidad frente a otra (por ejemplo los europeos frente a los «pueblos primitivos», los hombres frente a las mujeres, la figura del santo frente a la del pecador), ni partir de un análisis reflexivo de la existencia con el cual nos dirigimos después a la cotidianidad esperando encontrar allí lo previamente pensado. Se trata más bien de algo similar a lo que en el psicoanálisis se llama la «atención flotante», un modo de escucha que trata de no destacar a priori ninguno de los elementos del discurso, sino que pretende que las normas de la escucha sean dictadas por las propias palabras del analizante. El objetivo de esta metodología es evitar las trampas de la reflexión filosófica y tratar de comprender la existencia desde el mismo despliegue que esta hace de sí misma: «cotidianidad significa justamente que no hay distinción alguna –todavía– entre tipos humanos o formas peculiares de existencia».[8]. Esto equivale a afirmar que el modo cotidiano de existencia posee un modo de comprenderse a sí misma.
Existenciarios y categorías.
Existenciarios y categorías son las dos posibilidades fundamentales de caracteres del ser. Ambos surgen de preguntar a los seres de distinto modo: si se les pregunta por un «quien» (existencia) hablamos de existenciarios, mientras si se les pregunta por un «qué» (un «ser ante los ojos») entonces hablamos de categorías. Es muy interesante cómo Heidegger explica lo que es una categoría: Heidegger acude a la etimología kathgoreisqai que significa «acusar públicamente», decirle algo a alguien delante de todos. En sentido ontológico, por tanto, la categoría es lo que puede decirse públicamente de algo, hacer que un ente resulte comprensible desde el comienzo para todos, en todo decir. O lo que es lo mismo, el previo decir del ente que entra en todo decir. En este sentido, las categorías se dirigen siempre no al ser, sino al ser del ente; toman como referencia, no el ser, sino el mundo, los seres del mundo. Por el contrario, los existenciarios no resultan de preguntar por un «que», sino por un «quien». Son el resultado de interrogar a la existencia (Dasein), se derivan de la existenciariedad y podemos considerarlos como los caracteres del ser del Dasein.
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[1] Ramón Rodriguez, “La exposición de la tarea de un análisis preparatorio del Dasein”, en Ser y tiempo de Martin Heidegger, un comentario fenomenológico”, Ed. Ramón Rodríguez (Madrid: Tecnos, 2015), p. 54.
[2] La cuestión de la “elección” es central aquí. No se trata de una elección subjetiva, de un sujeto que “elige” ponerse una máscara u otra, identificarse con unos caracteres y no otros. Ocurre más bien al contrario: es la elección la que produce ese sujeto (que puede ser, o no, por ejemplo el sujeto libre y autónomo del liberalismo). Uno se elige, pero no se elige valorando y sopesando las posibilidades y tomando una decisión consciente, lo que no impide que en cada caso se produzca una elecciòn, una decisión que es, también en cada caso una, pero que bien podría ser otra. Aquí cabe hacer una referencia al psicoanálisis, puesto que se trata precisamente de un saber que se inscribe aquí, en el intento de comprensión de por qué en cada caso se alumbra una elección estrictamente individual o, dicho en lacaniano, “caso por caso”.
[3] Ramón Rodriguez, “La exposición de la tarea de un análisis preparatorio del Dasein”, en Ser y tiempo de Martin Heidegger, un comentario fenomenológico”, Ed. Ramón Rodríguez (Madrid: Tecnos, 2015), p. 55.
[4] Según la traducción de Gaos la propiedad parece señalar hacia un ser apropiado para sí mismo y por sí mismo. La traducción de Rivera, en cambio, dice que en esta elección el Dasein puede ser propio en la medida que es suyo.
[5] Martin Heidegger, Ser y tiempo (Madrid: Trotta, 2003), p. 68.
[6] Ramón Rodriguez, “La exposición de la tarea de un análisis preparatorio del Dasein”, en Ser y tiempo de Martin Heidegger, un comentario fenomenológico”, Ed. Ramón Rodríguez (Madrid: Tecnos, 2015), p. 57.
[7] Martin Heidegger, Ser y tiempo (Madrid: Trotta, 2003), p.69.
[8] Ramón Rodriguez, “La exposición de la tarea de un análisis preparatorio del Dasein”, en Ser y tiempo de Martin Heidegger, un comentario fenomenológico”, Ed. Ramón Rodríguez (Madrid: Tecnos, 2015), p. 62.
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